Daniel acababa de llegar a la clase.Era un chico de ojos color miel, alto y delgado.Se sentó en su pupitre vacío, completamente solo. Sus amigos no se explicaban su antipatía. Pero lo que en realidad le pasaba era otra cosa.Daniel estaba en estado de shock desde hacía varios días. No hablaba, no dormía y comía lo imprescindible. Sus padres estaban preocupados –“Y con razón “- se dijo el chico.Cuando le preguntaban en clase, su voz era apenas un murmullo inteligible. Daniel miró a su alrededor. Todo el mundo estaba alegre y emocionado, con sus amigos. Pero él no tenia ganas de nada. Sentía en su interior un enorme peso que no le dejaba respirar. “Pero jamás le diré a nadie la razón”-pensó, con rabia.Se fijó en Katy. Ella había sido su amiga desde hacía un año y medio, aproximadamente. Pero, cuando vio que le miraba , se retiró bruscamente, sintiéndose triste .
Después de varios días sin obtener palabra alguna por parte de Daniel, Katy comenzó a enfadarse. Recordó cómo se conocieron, cómo Daniel la había ayudado en aquella ocasión y cómo desde entonces habían sido buenos amigos. Su silencio se tornaba extraño, porque generalmente no tenían secretos. Después de meditarlo, decidió enfrentarse a la situación, se acercó a Daniel y le preguntó, quizás en un tono de voz demasiado alto, el motivo de su silencio.
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