miércoles, 29 de junio de 2011

Contra la violencia de género

Otra tarde igual, me encontraba en el baño desinfectándome las heridas que me habían salido tras la paliza que él me había metido por haber hablado con otro hombre, y eso que el otro hombre era mi jefe, y me obligó a dejar el trabajo.

El teléfono sonó desesperadamente y descolgué con miedo mientras cruzaba los dedos para que él no llegase pronto. Era mi madre, me preguntó qué tal estaba y si me había vuelto a pegar; no le podía mentir así que se lo conté obteniendo de ella un “le tienes que dejar ya, no ves que te acabará matando”.

Le colgué enfadada, ¿es que nadie se daba cuenta de lo mucho que le quería? No le podía dejar así por así, además el me había dicho que si le dejaba se suicidaría y yo no podría vivir con ese cargo de conciencia.

Volví al baño para seguir desinfectándome las heridas y cuando me vi en el espejo me asusté. Tenía un rostro demacrado, ojeras bajo los ojos por lo mal que estaba durmiendo por el miedo que sentía. Cuando me aparté cuidadosamente un mechón de la cara para ponerlo detrás de la oreja, descubrí un corte que no tenía mucha profundidad. Todos tenían razón, esta relación no me hacía bien alguno.

Los días pasaban y la cosa no hacía más que empeorar. Tenía miedo pero la cosa tenía que terminar en seguida o si no, ¡a saber como acabaría yo!

Tras la última paliza recibida, me decidí a llamar al 016, aprovechando que él estaba trabajando. Me dijeron que no me preocupase, que hiciese una maleta con algunas de mis pertenencias y que me fuese a casa de algún amigo o familiar. Hice lo que me mandaron y me fui sin más preámbulos a casa de mi hermana, la cual me recibió llorando con los brazos abiertos, diciéndome lo mucho que se había preocupado por mi en ese tiempo.


Al día siguiente, un policía contacto conmigo diciéndome que por fin le habían detenido. A partir de ahí, la cosa fue a mejor. Gané el juicio contra él, pude reincorporarme al trabajo sin problemas, tenía a mis amigos y familiares ayudándome como siempre a superar aquel mal trago que había pasado y por fin pude dormir tranquila de nuevo.


Contra la violencia de género, ¡actúa!

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