En la noche más profunda, una figura se acerca a uno de los establos más débilmente iluminados. No había dado ni un paso en su interior cuando una mano le agarró de la pechera y tiró de él urgiéndole a entrar.
– ¿Pero qué te pasa? ¿Qué es toda esa urgencia?
– ¡Eres un traidor! – le espetó con un empujón a la vez que desenfundaba su puñal – ¡Me lo prometiste! ¿O acaso tu juramento fue en vano?
– ¿De qué hablas? -preguntó confundido mientras esquivaba las furiosas estocadas.
– Ya no tienes que esconderlo más Alaric. Lo sabe todo el pueblo.
Paró en seco, podía notar como se le iba el alma del cuerpo, ganándose un pequeño corte en la manga de la camisa y que la joven acabase en el suelo.
– Ella, te juro que puedo explicártelo - susurró al mismo tiempo que la ayudaba a incorporarse.
– No lo hagas, no jures en vano. Sabes que se puede enfadar y es lo último que necesitas ahora mismo. - exclamó preocupada mientras se alejaba del otro.
Alaric no pudo evitar mirarle dolido, detestaba cuando ella decidía marcar las distancias entre ambos. Se conocían desde pequeños, habían jugado en el barro juntos, habían soñado junto a Ivo que recuperaban tesoros y ganaban innumerables batallas.